Las Horas

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(...) Me deslavaba la cara. Seguían las palabras, una a una. La lluvia parecía no cansarse de nosotros. Sin remanso, no cansarse. Algo en ella nos hacía volver a un sitio donde vivimos, pero que nunca existió fuera de nosotros. Hay de esos lugares de los que no sé irme, lugares a los que vuelvo, lugares que no son lugares. Lugares como personas, donde algo nuestro se queda, y nos quedamos.